domingo, 29 de septiembre de 2013

El fin del calderón

Hoy decidí volver a terapia. Pensé que no iba a llegar este famosos día, pero helo aquí. Tengo muchas ganas de que se me vaya esta sensación de sopor eterno que colma mis días. Quiero evaporar la frustración de todo lo que quise hacer y no logré, por fiaca. El triunfo de la fiaca. Omnipresente la guacha. Hasta el léxico me usurpó, la muy malvada.

Es que en realidad yo no quería escribir, porque tengo mieeeeedo. ¡TENGO MIEDO!
Y la gente me sigue diciendo que soy súper capaz e inteligente y BLA. Y yo TENGO MIEDO. 

Cuestión que con los chicos de la banda tocamos los lunes en la casa de Laura. Y Lau me decía que el arte es más que nada catártico, que uno transmuta como un alquimista todos esos bichos feos, todas esas catacumbas de sentimientos en un lenguaje universal, en acertijos melódicos, en palabras profundas, como las tortas hojaldradas. 

Y hablando de tortas me remito rápidamente al chocolate. Y a las empanadas. Y al café. Y a Mr N, ese hombre que casi casi lo amo tanto como a las empanadas que reverencio con pasión. 

Y porque ustedes no saben lo que es Mr N. 

Otro día les cuento, así se quedan con la intriga.

Volveré.